Suricatos en el metro

"¿Se supone que me debo identificar con ese idiota complaciente y su pala?, ¡este muñeco de nieve no dice nada acerca de la condición humana!, ¿es todo lo que tienen que decir sobre la vida suburbana contemporánea?"


Me encanta ver los documentales del Canal Historia, Odisea y Discovery Channel en los que se habla sobre lo que llaman el "transhumano", el siguiente paso en la escala evolutiva del Homo Sapiens.

Generalmente lo suelen plantear como una especie de
cyborg que ha sustituído casi todas las partes orgánicas de su cuerpo por otras mecánicas más eficientes, que domina la ingeniería genética y que, a posteriori, migrará su conciencia a un ordenador para vivir eternamente dentro de una realidad virtual.

Normalmente nuestras predicciones del futuro suelen equivocarse, y es que prever cómo se va a comportar una civilización globalizada en su totalidad es muy difícil. El concepto general que se tiene de lo que es práctico o bello cambia constantemente con la cultura, y la tecnología se adapta a las necesidades de la cultura, más aún teniendo en cuenta las nuevas estrategias de marketing que vimos en un post anterior en el que se decía que los anunciantes no dicen "yo sé lo que necesitas", sino que se le otorga al cliente esa sensación de "mundo libre" en el que puede elegir el diseño de sus deportivas.

Lo que quiero decir es que no pretendo hacer especulaciones sobre la tecnología, pero sí quiero exponer algunos cambios biológicos que creo que se experimentarán a corto plazo, tan corto como lo permita hablar en "tiempo evolutivo".

Hay que tener cuidado al pensar en evolución y tratar de ser tan poco finalistas como sea posible. No por querer tener alas para volar como los pájaros, nos van a salir alas. La evolución es un proceso que surge de manera natural - es normal que ocurra así - y no tiene nada que ver con nuestros pensamientos o nuestros deseos. Es, al fin y al cabo, la supervivencia del código genético más apto para la reproducción.

Por ejemplo, una enfermedad genética que haga que los recién nacidos mueran está condenada a desaparecer, puesto que estos recién nacidos no llegarán a la edad reproductiva y por tanto no transmitirán los genes responsables del mal. Otras, como puede ser la enfermedad del hombre elefante, según los cánones actuales, también está condenada a desaparecer, porque las hembras humanas no suelen considerar a los hombres con la cara desfigurada especímenes válidos para la reproducción, y por tanto las probabilidades de que el código genético con la enfermedad de neurofibromatosis pase a la siguiente generación es muy pequeño.

Por otra parte con algunas enfermedades sucede justamente lo contrario, y aquí es donde entra la tecnología. La miopía, por ejemplo, tiene un factor de predisposición genética a padecerla. Cuando vivíamos en las cavernas, es posible que la miopía supusiera un problema para los primeros homínidos en la medida en que incrementaba la probabilidad de que un cazador muriera devorado por un animal, o simplemente se quedara sin comer, y finalmente muriera antes de llegar a la edad fértil sin haber transmitido sus genes. Seguramente la disminución en los casos de miopía iba a ser algo más lenta que la del hombre elefante. A día de hoy, en cambio, la miopía no supone, ni mucho menos, un riesgo para la vida - o al menos lo supone en una proporción minúscula -, e incluso si hace algunos años pudiera haberse considerado menos atractivo sexualemente a un individuo con gafas, hoy en día existen las lentillas, que eliminan por completo ese factor, y apostaría por que en el futuro con un haz de láser en unos pocos segundos se podrán curar este tipo de defectos como intervención rutinaria.

En conclusión, de no desarrollarse la ingeniería genética parece bastante probable que dentro de unos cientos de años todo el mundo sea miope. Pero esto no debe preocuparnos, porque por suerte la evolución y la tecnología trabajan juntas: si un tipo de enfermedad genética persiste, probablemente sea porque existe una tecnología capaz de aplacar los síntomas de dicha enfermedad hasta el punto de que el enfermo puede encontrarse dentro del conjunto de especímenes aptos para la reproducción. En caso contrario, si no existe una tecnología para evitar esta enfermedad, tranquilos, porque lo menos probable es que se convierta en una "pandemia" a través de la selección natural.

Eso sí, si algún día se empieza a apoyar como es debido la investigación genética sin intervención de supersticiones antiguas y se logra implantar un sistema rutinario que permita la selección genética de embriones - e incluso la modificación un poco más allá en el tiempo -, entonces nos podremos olvidar de todas estas cuestiones. En el fondo no se trata de nada raro, es la selección natural operando más rápidamente de lo habitual.

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